La guerra de Malvinas, 40 años

Nikita
Reunión que compartí con un sector de los veteranos a 40 años de la Guerra

Recuerdo mis primeros viajes en bondi de la escuela a casa por el año 1997. Era la única de mis compañeras que retornaba a zona sur. Viajaba en silencio acompañada de miradas gachas y escondidas detrás de humildes mochilas multicolores. Se interrumpía la monotonía con el ruido de las monedas que caían de la máquina. Esos cincuenta centavos me llevaban de Almagro a Pompeya.

Era asiduo que unas paradas posteriores, un muchacho de unos veinte años más que yo, alto como el Aconcagua, uniformado, moviéndose con pasos agónicos, subía al colectivo y le suplicaba al chofer que no le cobrara.  Nos daba una estampita y nos pedía a cambio una colaboración. Se le quebraba la voz y aunque no entendía lo que contaba, siempre me conmovía. A veces repartía escarapelas. Pasaba extendiendo sus enormes manos y sin hacer contacto visual. Repetía que era combatiente de Malvinas.

Respiraba agitado y temblaba. Yo intentaba siempre darle alguna moneda de la que me hubiera sobrado, no siempre tenía.

Posteriormente se quedaba atrás por unas paradas, sentado en las escaleras de descenso. Contaba en silencio las monedas hecho un bicho bolita moribundo. Pensante y mudo. Cerca de mi casa, se incorporaba y se bajaba.

Durante muchos viajes lo volví a cruzar. Comencé intentar charlarle, quizás hasta por la incomodidad de que todo el colectivo lo ignorara mientras pedía plata. Primero empecé por saludarle y descubrí sus ojos azules profundos enmarcados por unas cejas morochas enormes y tupidas y unas ojeras oscuras. Con el tiempo, logré cruzar algunas palabras. No eran encuentros profundos ni palabras sabias, yo era una adolescente bastante ingenua. No tenía internet para consultar sobre el conflicto de Malvinas y del Atlántico del Sur. En la escuela sinceramente no me hablaron jamás del tema.

Sólo sabía de aquél hombre que se llamaba Juan, que había peleado en la guerra de Malvinas. Nada más, ni nada menos. Y algo de su fisionomía de un joven arrugado por la vida.

Unos meses más tarde vi en una Billiken una figurita de un veterano de Malvinas. No tenía para nada el aspecto de Juan, era un super héroe, con la mirada enaltecida, digno de una película de Hollywood de la categoría de Rambo.

Era una disociación esquizofrénica absoluta. Juan no encajaba un ápice en lo que era esa figurita.

Ese día cuando volvía a casa esperé verlo para narrarle esto. Me latía el corazón y miraba agudamente parada tras parada para preguntarle sobre Malvinas. Esta vez me iba a animar a conversar un poco más. El viaje se mantuvo entre el viento que chocaba contra los vidrios insistentemente, el chirrido de las monedas de cinco centavos que se caían a la ventanita de la máquina para sacar el boleto y algún suspiro o niño con guardapolvo blanco que se reía.

Nunca supe quién era Juan recuerdo con pesar como lo ignoraban como si fuera un leproso en una colonia de San Pablo o cómo caminaba y se abría una especie de mar Rojo el siendo un Moisés profano.

¿Quién era Juan? ¿Por qué alguien que había peleado la guerra repartía estampitas por miserables monedas? ¿Por qué lo ignoraban? ¿En qué pensaba?

Muchos años más tarde la UBA y en mi carrera incipiente de abogacía me respondió algunas de esas incógnitas.

Encontrarme en mi vida adulta con veteranos en Plaza de Mayo, me terminó de desasnar. Compartí diariamente sus palabras, silencios, historias, dolores y luchas en ese espacio del Campamento T.O.A.S. que tenían a pasos de la casa dónde trabajan quienes gobiernan. A veces iba a fotografiarlos, a veces sólo compartir con ellos, quizás porque en su compañía sentía menos vergüenza de no haber hecho más por Juan. Durante diez años cagados de hambre y frío reclamaron a pasos de las Madres de Plaza de Mayo y a la mirada de miles de transeúntes sus derechos. Hasta que durante el gobierno de Macri, traición mediante, arrasaron su espacio de reunión, congregación y reclamo. Con la fuerza pública arrancaron sus carteles y telas, sus pertenencias, sus cruces, sus fotos y sus dolores y lo arrojaron como basura para ser parte de la misma nada. Y otra vez estaba la mirada de Juan, ellos ahí abatidos una vez más. No bastó que la sociedad los transformara en seres sin valor post guerra. Intentaron aferrarse. Sólo permanecieron inertes y sin creer que tantos años de esfuerzo quedaban sin espacio ni derechos. Chau Campamento TOAS.

La figurita del veterano de Billiken aún no existe. Muchos de los veteranos se suicidaron por la falta de asistencia psiquiátrica, se enfermaron, quedaron excluidos del mercado laboral y aún hoy no cuentan con el reconocimiento social o estatal. Algunos tuvieron un acv y quedaron con secuelas. Otros murieron esperando.

Pocos saben lo que ronda por los pensamientos de un veterano. Permanecen cómo aquél recuerdo de mi adolescencia en un rincón aunque en su maraña mental nos quieren expresar deseos, miedos o pesares que se encuentran clavados desgarrando su mente, alma y corazón.

Hoy a 40 años, escuchémoslos. Eran pendejos que los mandaron al matadero sin ropas, formación ni armamento como chivos expiatorios de un gobierno de facto que ya había destruido los entramados socio económicos del país y había desaparecido a 30 mil personas.

Se merecen el reconocimiento tan deseado. Quedó parte de sus existencialidades en Malvinas, sobreviven con dignidad, los que pudieron sobrevivir aún a una pandemia, con el orgullo de haber defendido a la patria.

Malvinas es y será de Juan, de ellos y de todos los Argentinos, hoy y siempre.

Esta es mi humilde conmemoración, uds. son y serán mucho más que una figurita de Billiken, gracias por compartir sus familias y tiempo conmigo.

Estos son algunos de sus pensamientos que tienen de aquéllos días…

12 comentarios en «La guerra de Malvinas, 40 años»

  1. Realmente de corazon agradezco todo tu tiempo y el esmero que pusiste para realizar este maravilloso trabajo Paula Acunzo , la forma en que te adentraste en cada uno de Nosotros los Veteranos de Guerra Olvidados y Ocultados por el Estado Argentino , por tu empatia para comprender y asi de esa manera plasmar en voz e imagen este estupendo video , yo Jorge Daniel Suarez vgm , EN NOMBRE DE LOS QUE NO TIENEN NOMBRE INFINITAS GRACIAS ..

  2. Relatos profundamente conmovedores. Muy buen trabajo para visibilizar! Pasan los Gobiernos, siguen sin recibir el reconocimiento que merecen y, sobre todo, los derechos que les correspondería. Espero que la mayoría del pueblo tome conciencia de lo repudiable de la Dictadura y los Gobiernos que siguieron, y que reconozca y hermane la lucha con los veteranos, y contra el imperialismo de conjunto que aún impera. Gracias, por compartir y reflejar.

  3. Gracias por recordarlos tuve la misma sensación que tenías vos en la adolescencia.tuve un familiar que estuvo en el conflicto bélico.
    Y hace unos días que vi la obra de teatro Campo minado en el centro cultural San Martín y refleja todo lo pasado por los combatientes.

  4. A la mayoría los conozco, no mienten. Yo también soy uno de ellos, compartimos mucho en la plaza (de Mayo) y en Gallegos nunca nos vimos. Pero que a nadie le queden dudas que la guerra se ciño en nuestras almas allá en el Sur y todavía nos persigue despiertos y en sueños. Somos los guachos del conflicto, los nadie. Herida que no cierra. Nos usaron, nos ningunean, nos verduguean, nos menosprecian. Pero acá estamos amada patria otro 2 de abril esperando que nos traigan de vuelta

  5. La verdad que es muy triste ver cómo no existe ayuda o remuneración para aquellos soldados que dieron todo por nosotros, me parece que hay que tomar conciencia y el gobierno debería automáticamente entregar pensiones para ellos, sinceramente me avergüenza que todavía no tengan ningún tipo de ayuda y/o jubilación automática, para quienes dieron el alma por su país, además para quienes perdieron la vida, también sus familias deberían ser beneficiadas con algo, ya que en realidad no les vamos a devolver a sus familiares caídos en Malvinas… Dios los bendiga por siempre

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