El purgatorio es masculino pero lo viven las mujeres (Parte 1)

Nikita

Durante mi tercer cobertura en África Central realicé un diario con anotaciones de todas las experiencias vividas en Sudán del Sur, Uganda, Ruanda y República Democrática del Congo.

 
 
 
TRAYECTO DE UGANDA A REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO, 2018. PARTE 1
 
“…En el momento que me subí a ese micro sin baño, rodeada de hombres hablando un idioma que casi desconocía, entendí el nivel de equivocación en la que había ingresado. Cómo iba a cruzar la frontera con Ruanda dos veces con mi francés rudimentario, cómo sabré cuál es la frontera, a quién le voy a preguntar cuál es la frontera, tendrá paradas previas para ir al baño, cuánto dura el viaje realmente, cómo voy a hacer sin señal de celular ni internet… 
 
Llegamos justo con la familia que me despide y poco adivino de lo que ocurrirá, no importa cuánto haya leído e intentado prevenir, el asiento no se mueve de la posición vertical y sólo se escuchan murmullos en la oscuridad. Soy la única blanca del micro. 
 

 

 
Por suerte al lado mío se sienta otra chica que un segundo antes de salir el micro, corrió y subió. No sé ni si llegará mi valija, claramente no voy a dormir. Va a ser un viaje eterno, auguro. Encima no se me ocurrió, pero sólo tenía nada más que una especie de chal que me habían regalado, ni una sola vez había tenido frío, pero claro ni consideré que pasaría en las largas horas hasta llegar a Congo. Sin poder dormir, sin entender nada de lo que se hablaba, en remera con el chal, el asiento que no se movía y la ventana que estaba trabada con el viento que me comenzaba a helar a medida de que iba avanzando estrictamente lento el micro. Ya me había tomado el dramamine, pero de manera innecesaria, el micro no avanzaba a más de 20 kms por hora. La verdad no toleré más y comencé a hablarle en inglés a la chica, que por suerte lo hablaba fluído ya que era una Congoleña que estudiaba en Kampala y le confieso que estaba aterrada y que si ella al menos conocía la frontera o sabía cómo era el trámite y asumo en una especie de desesperación me admite que estaba en las mismas circunstancias que yo. La noche estaba sin estrellas, el silencio reinaba ahora. La chica se conmueve  y se termina sacando uno de sus abrigos y me lo da, le prometo devolvérselo por la madrugada al cruzar de Uganda a Ruanda. No tenía ni idea de nada de lo que ocurriría, pero presiento que en el momento que subí a ese micro, la cagué….
 
El micro hace su primer parada, la chica y yo nos miramos indagando si es que será la frontera. Agarramos nuestras cosas y bajamos. Le pido gentilmente que pregunte en francés que ocurría. Solo era una detención porque el chofer quería comer y debíamos esperar 30 minutos en la calle o dónde quisiéramos pero el cerraba el micro, vacío. Había descendido ya mucho la temperatura. Estábamos en una zona boscosa. No reconozco a nadie y a 2 mts con la neblina, la gente que se había bajado del micro, no se divisa. Veo a una hilera de mujeres e interpreto que irán al baño. Decido ir ante la urgencia de que el micro no tenía baño. Realmente ya me había acostumbrado a las letrinas en el medio de la nada y era preferible estar con un grupo de mujeres que ir sola y exponerme a cualquier peligro. La familia me habían preparado una comida y me la habían dado en una especie de bolsita que compartí con esa chica, sinceramente no me acuerdo siquiera si le pregunté el nombre, a la vera del camino, sentadas en el pasto, en las penumbras de un camino en pésimas condiciones. El chofer sale intempestivamente y “Allez, Allez” nos arrían de vuelta al micro…
 
La chica se duerme con una parsimonia. Solo nueve horas más tarde logré reclinar el asiento. El micro paraba constantemente y por las dudas y temor bajaba con mi mochila, algunxs permanecían. No entendía si era para ir al baño, si porque era una parada en un pueblo de vaya a saber dónde, siempre asumiendo que permanecía aún en Uganda porque no había cruzado ninguna frontera ni me habían pedido los documentos…
 
La verdad que después de toda la experiencia que había tenido en Sudán del Sur y el cruce con Uganda no podía esperar mucha formalidad o una bienvenida cómo si cruzara a Uruguay. Y sinceramente mi percepción no me falló.
Arribamos a una barrera, un hombre de 1,90 mts. armado se sube al micro, nos empieza a gritar en francés (asumo que bajemos).  Pierdo a la chica. Miro rápido, apenas amanecía y se veía un camino semi rígido, varias barreras, muchos hombres armados, la gente del micro que empieza a moverse para todos lados, yo no entendía para donde tenía que ir primero, me gritaban pero no entendía, no entendía. Hasta que alguien se digna en inglés preguntarme si necesitaba ayuda. La verdad que no estaba para confiar en nadie. Le doy la espalda y finalmente logro divisar una pequeña oficinita hacia la que me dirijo. No había ni una sola persona blanca. Y diría que llego a contar 2 polleras a lo lejos. Me hacen las preguntas típicas de migraciones, sólo que eran dos personas con un libro nada de computadoras, debo firmar mi salida de Uganda.
 
Camino por esa senda, mostrando mi pasaporte a cada militar que me detenía, unos 200 mts más adelante estaría otra oficinita muy pequeña que marcaba el ingreso y el “check in” a Ruanda. Preguntas típicas de nuevo aunque ya sabían mi profesión y me lo expresan aclarando de que ni intente mentir, que conocen que soy periodista, me avisan por primera vez que la visa que había sacado y que salía nada más ni nada menos que 100 dólares, por mas que duraba 3 meses, apenas salía de Ruanda me la hacían vencer… otro gasto inesperado. Resignada le digo que comprendo. Me sellan. Avanzo a un descampado.
 
 

 

Ahí me reencuentro con la chica que estaba horrorizada, el micro, la gente reunida en una fila masculina y otra femenina, una mesa al final de cada una de ellas, militares armados.
 
Tiran las valijas al piso, a esta altura debo admitir que no confiaba que llegaría la mía ya que ni un recibo ni nada me habían dado para certificar mi pertenencia. Y para colmo cae en un charco. Qué puedo hacer, lentamente me acerco para tomarla y acomodarme en la fila asignada, entendí que era la parte de revisarte para ver que ingresabas al país. 
 
Nadie sabía donde estaba. Mi fixer me esperaba a una hora aproximada cruzando la frontera de Ruanda del lado del Congo, no tenía señal ya ni forma de advertirle que esto iba para largo. Confieso que además no sabía cuál era el micro de todos los detenidos, ni sacando a la chica con la que viajaba, quién pertenecía a mi micro. Abrieron valija por valija, yo avanzaba con mi mochila y mi valija que no era gran cosa. Me toca mi turno, abro la valija, empiezan a tirarme la ropa en el piso, comienzan a gritarme “muzungu” (blanca) no se qué, “muzungu” lo otro, me agarran las ziplocs que tenía, me dan unos buenos gritos, el micro estaba ya totalmente lleno y sólo faltaba yo. 
 
El detalle de que mi valija no la pusieron en la mesa, me hicieron arrodillar, con la mochila puesta que jamás ni me miraron, mientras cada vez revolvían más la ropa y me tiraban todo por todos lados. 
Entré en pánico pensando que el micro se iría y yo con mis bombachas y remeras tiradas por la tierra mientras el militar me apuntaba y me gritaba “muzungu hurry up” (blanca apurate). 
 
Miraba de reojo al micro y todos riéndose, cada vez más militares gritándome y yo apurándome a recoger mi ropa para que metan la valija de nuevo en el micro y subir antes de que me dejaran. No podía pensar creo que me debo haber dejado la mitad de la ropa y obvio las bolsas de plástico que me sacaron porque me enteré que están prohibidas… 
 
Me subo al micro en un total silencio. La chica intenta consolarme, pero no quería ni hablar, estaba furiosa, mientras arrancaba el micro veía todavía restos de algunas cosas mías que quedarían en la frontera… 
 
Con las rodillas llenas de tierra y sin saber ni darme cuenta que habían pasado casi 4 horas desde que el micro nos había dejado del otro lado antes del cruce, el viaje siguió entre los bosques, las montañas, lxs campesinxs, lxs niñxs que me saludaban al pasar y yo con el estomago estrujado pensando cómo sería pasar de nuevo esto. 
 
Suspiré y cuando me desperté, gritos une vez más. Llovía. Diluviaba y todo estaba inundado…»
 
 
 CONTINUARÁ

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