Ser un animal de carroña, ser boliviano/a

Nikita
Personal Policial revisándole pertenencias a un Boliviano en el ingreso del Cementerio del Bajo Flores.

 
Durante los años en los que viví en mi casa familiar, pasé por el cementerio del Bajo Flores cotidianamente.
 
Miraba con temor y dolor a aquéllas personas que día tras día, se quedaban un buen rato, limpiaban las tumbas, llevaban flores que compraban en la puerta, iban con banquitos, lloraban o permanecían en silencio, iban con mascotas que acompañaban a muchos/as de los que se encontraban en duelo. Quizás en mi ingenuidad siempre lo consideré un rito brutal y desgarrador por el cuál deseaba jamás atravesar o pensaba que debía atravesar.
 
Pero el 13 de abril del 2015, falleció inesperadamente mi mamá. Fue enterrada en el Cementerio de Bajo Flores. Una parte mía comprendió la crueldad de quiénes en mi adolescencia había visto diariamente en el cementerio, cuando era yo quién iba mensualmente a realizar esas actividades. Tenía y tengo la necesidad de saber que algo de ella queda en esta tierra, en una ubicación exacta. Seguramente es una creencia burlesca pero así lo siento yo. Me da consuelo ver su foto riéndose en su último cumpleaños y soñar que dónde esté, esté en paz y acompañándome. A veces hasta hago catarsis. O digo la palabra “mamá” en voz alta.
 
El cementerio de Bajo Flores no es glamouroso como el de Recoleta, no hay turistas, es lúgubre, no suele haber más que escasos seguridades privados/as para un extensísimo terreno que se encuentra enclavado al final de la villa 1-11-14. Es un desierto de mal gusto. Han robado de la tumba de mi mamá la placa de chapa con su nombre, ni siquiera sé para qué por que no es de bronce. Junto con el de ella, la de muchísimas personas, con cizaña han vandalizado y roto los mármoles, arrancado adornos y juguetes de tumbas de bebés. Jamás nadie sabe o vio algo. Dependiendo del día y la hora ni siquiera está el cuidador. En general cuándo voy, no hay más de treinta personas. Es solitario, muchas veces tenebroso, he tenido advertencias en la entrada de que cuide mis pertenencias y que no camine sola.
Pero los dos de noviembre es una excepción. Y el cementerio se transforma en, una hilera de nada, en un montón de colores y esperanzas.
 
Ese día se conmemora el día de los difuntos.
 
La comunidad Boliviana conmemora con énfasis dicho rito, lo cuál tiene lógica ya que en la Ciudad de Buenos Aires, residen principalmente en los barrios de Flores, Soldati, Lugano, Pompeya y Liniers.
Cabe repasar rápidamente que de acuerdo con el censo nacional del 2010, hay 345.272 residentes Bolivianos en nuestro país. Es la comunidad que constituye la segunda colectividad de extranjeros más importante, así como también la segunda más económicamente activa, solo por detrás de la  Paraguaya.
Por otro lado es una colectividad ampliamente discriminada y esclavizada, existen muchísimos casos narrados por alumnos/as describiendo que algún familiar directo había sido obligado a trabajar en talleres clandestinos de costura en condiciones infrahumanas, encerrados/as, imposibilitados/as de comunicarse con su familia, trabajando doce o dieciséis horas, durmiendo en el piso, por precios irrisorios. Se les han inventado apodos peyorativos y desagradables como “bolitas” y “boliguayos”. Muchos /as son explotado/as sexualmente o se tranza sus necesidades extremas forzándoseles a ser mulas y llevar drogas a riesgo de su propia vida y libertad, por un monto con el que pueden pagar los impuestos de un mes.
 
Otro hecho que no hay que olvidar: En el año 2010, el actual presidente Mauricio Macri, cuándo ocupaba el cargo de Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue denunciado por xenofobia y discriminación cuando declaró y sostuvo que la toma del Parque Indoamericano, en la cuál fallecieron tres personas (dos de nacionalidad Boliviana) se debió a la “…inmigración descontrolada y el gobierno ausente…”, vinculando a la comunidad con el narcotráfico y la delincuencia.
Leonor Arauco, para ese entonces embajadora Boliviana en Buenos Aires, reclamó que Macri diera disculpas públicas, pero este se negó.
 
Volviendo al dos de noviembre.
 
Esta tradición que proviene de la época del imperio Incaico se denomina Aya Markay Quilla en quechua, es una celebración en el que se visita la tumba de los/as parientes, amigos/as, vecinos/as, se les deja ofrendas, alimentos, bebidas (en especial la chicha), se realizan cánticos. Se arma una mesa sobre las tumbas, se dejan sobre la misma esos panes y galletas que se han preparado (tantawawa) que tienen variadas formas desde hombre y mujer, estrella, sol, luna, escalera, caballo, entre otras. Asimismo, golosinas, música, flores, adornos, fotos, etc. Es una tradición COMUNITARIA. Los/as Bolivianos/as creen que ese día el alma de esos/as seres vuelven y pueden reencontrarse. Hay pequeñas bandas de niños/as o trompetistas que hacen música para las familias a cambio de alguna moneda.
Ese día la fisionomía a la cuál yo me encontraba acostumbrada, se modificó radicalmente, iniciando desde el mismo momento en el que me encontraba obligada a ingresar por una de las dos puertas de acceso, que tenía rejas, dos pasillos formados (uno para hombres y otro para mujeres), lleno de policías de la ciudad, infantería, la policía motorizada, la policía antidisturbio, seguridades privadas por doquier, personal de la secretaría de seguridad del Ministerio de Justicia.
 
A prima facie estaba advertida, pero sinceramente parecía un operativo digno de que dentro del cementerio se encontraba Evo Morales o detenido algún terrorista de Isis o Al Queda.
¿Dónde suele estar este operativo los restantes 364 días del año cuándo roban y destruyen las tumbas? No lo sé.
 
¿Por qué el cementerio dispone de fuerzas públicas estatales para una festividad en un espacio que supuestamente es público “pero de uso privado”? Yo me pregunto, si es de “uso privado” ¿no correspondería que sólo haya seguridad privada del cementerio?
 
Permanecimos esperando y mirando el operativo, dividían a la gente en “femeninos y masculinos” para que al atravesar los/as “cachearan”.
 
Les sacaban el agua y sus gaseosas, con la promesa de que a la salida las tendrían, que ellos/as las guardarían. A las Cholitas mayores y discapacitados les confiscaban los banquitos, pretendiendo que se sienten en el piso y con la misma promesa, a su salida, allí se encontraría todo. Les revisaban los floreros, las mochilas, los marcos de las fotos. Inclusive muchos que ingresaban con sus ofrendas y pancitos, directamente se los sacaban sin posibilidad alguna de queja o de insistencia. A las niñas les revisaban sus carteritas.
 
Personal de la Secretaría de Seguridad revisándole a una Boliviana el balde dónde llevaba flores cómo ofrenda. Ingreso del Cementerio del Bajo Flores.

 
Pasó una Chola trans y con la sutiliza característica de la policía le gritaron “vos sos masculino anda a la fila de hombres” y la tocaron de manera abusiva, riéndose de ella.
Era… chocante.
 
Cuándo yo ingresé, abrí la mochila resignada. Pasé y el policía me dice “pasá, abrí la mochila un poquito y hace que me la mostrás pero ya fue…”
 
Obviamente mi ímpetu al narrar esto no es que me requisen cual visita a presidiario. Pero tampoco se merecían tal trato nadie que ingresara.
 
A partir de allí ya fue clara la discriminación.
 
Durante las horas siguientes, fotografié libremente. La comunidad me recibió y me explicó con mucha paciencia todo lo que acaecía, a veces trataba de decir sus palabras y se reían pero con un humor sano en el que veían mi intento por aprender.
 
Vi colores, niños/as que tomaban la muerte con dignidad, con sus juguetes, cantando y riendo. Algunos permanecían en silencio o pocos/as lloraban. Recordaban de manera solemne, a veces realizando chistes como “…soy soltera y mi maridito esta aquí (señala a la tumba) por sí quiere presentarme a alguien…”
Me ofrecieron los panes que con vergüenza tomé por respeto. Trompetas, quenas, tambores. Cualquier persona podía saludarse o ponerse a rezar en otras tumbas, un cura “villero” daba bendiciones según las tradiciones de ellos/as (también me bendijo deseándome un buen reportaje) e incluso una hermana también daba palabras de consuelo.
 
Por primera vez, no me sentí como describía arriba, en un abandono total. La comunidad Boliviana me reconfortó, me dieron la mano y me contuvieron desconocidos totales.
 
Ingresaron al cementerio alrededor de veinte mil personas. No había riñas, peleas, ni personas alcoholizadas, ni profanaciones, ni falta de respetos. Nada pero nada de los que se los suele acusar.
 
Lamentablemente la época de oro de la tradición mermó a partir del 2003 (casualidades sí las hay ya que es cuando asume el partido del “pro” con Macri a la cabeza) que aparentemente no le cae grato que una comunidad migrante desee mantener sus tradiciones.
 
Con el tiempo se fue dando un proceso de afirmación de identidad de la comunidad Boliviana que tendían a reprimir por vergüenza a la ridiculización o marginalidad.
 
Guillermo Mamani, periodista de la revista “Jallalla” y director de la revista “Renacer”, narra que el cubría este rito mortuorio desde el 2004 “…“Cuando yo cubrí jamás vi a ningún borracho, uno que otro estaba alegre pero no agresivo, jamás faltando el respeto a las tumbas, nunca vi conflictos…”
 
Cerca de las 17 hs. decidimos acercarnos a la puerta de acceso para fotografiar el operativo.
 
A partir de allí comenzaron incidentes muy violentos.
 
Primeramente un miembro del personal de la secretaría de seguridad, comenzó a los gritos que no tomaramos imágenes del operativo. No paraba de vociferar, señalar y arrinconarnos hasta que se acercó personal policial.
 
El policía nos comienza a hablar de manera tranquila, pretende inclusive apaciguar a quién no paraba de tener actitudes patoteriles hacia nosotros. Nos pidió las credenciales, a lo cuál accedimos. Nos la devuelve. Se retira. Yo ya estaba indagando por qué no nos permitían retirarnos, bajo qué cargos nos encontrábamos retenidos. Vuelve el policía y nos insta a que habláramos con él, eso sí, afuera del cementerio.
 
Nos comenta que no tenía ordenes para detener o impedir sacar fotografías – además de que toda la comunidad sacaba –  pero como el personal del gobierno de la ciudad requerían sus servicios se veían obligados a actuar. Qué era retirarnos o que nos labraba un acta con dos testigos. A lo cuál le manifiesto que dicha actitud era totalmente ridícula. Se disculpó a pesar de que no le correspondía y nos aseguró que podíamos realizar fotos del operativo pero desde afuera del cementerio, lo cuál era manifiestamente absurdo porque la distancia era la misma, los rostros los mismos, las fuerzas públicas eran las mismas.
No obstante, así me dispuse.
 
Personal de la Secretaría de Seguridad amenazándome

 
El personal de la secretaría de seguridad salía con anteojos negros para que su rostro “no se identificara” y se reía constantemente de manera provocativa frente a nosotros/as.
 
Y todo se empeora a partir de las 17 hs. Horario de cierre del cementerio. Había miles de Bolivianos/as realizando sus ritos aún, pero muchos/as que venían de provincia y trabajaban hasta tarde llegaron para ese momento y ya no les permitían ingresar. Se empezaron a burlarse de ellos/as. La mayoría tenían enormes ramos de flores que desesperados/as suplicaban dejar a sus muertos porque no podían volver con ellas a sus casas, las almas estaban dentro del cementerio esperándoles.
 
Comienzan a desalojar a la comunidad, por la puerta contraria a la que ingresaron.
 
Jamás tendrían de vuelta ninguna pertenencia que les fuera requisada, no hubo ningún control ni identificación, los banquitos desaparecieron, las gaseosas y aguas tiradas al tacho de basura.
Los/as trataron como animales de carroña y por desesperación, se metieron con niños/as a la basura.
Pero no fue suficiente cómo los denigraron, cuándo vieron que la prensa estábamos mostrando lo que ocurrían, vino el policía que dirigía el operativo, cerró las puertas del tacho, dejó encerrado a algunos/as que a fuerza con sus hijos intentaban salir del tacho y dispuso UN CORDÓN POLICIAL para cuidar el tacho de la basura, llamando urgentemente a la empresa para que lo extrajera.
 
Para este momento yo ya no hacía foto, sabía que mis compañeros/as lo hacían, empecé a filmar indagando al personal policial por qué o quien dio la orden de sacarles el agua o una gaseosa, por qué les prometieron tenerlo a la salida si ya sabían que los harían salir por otro lugar y tirarían sus pertenencias, por qué los trataban como animales y los/as obligaban a meterse en la basura, por qué aún así ni eso les dejaban y a empujones los sacaron. Finalmente si odiaban a la comunidad Boliviana.
Las mujeres lloraban, el ambiente estaba tenso, la infantería por un momento comenzó a prepararse para reprimir, el basurero limpiaba rápidamente todo.
 
En el medio de todo encontramos a un funcionario. Me acerqué y le indagué si tenía algo que ver con el operativo del cementerio. Sabía que así era ya que daba instrucciones a la policía, al basurero, al personal de la secretaría de seguridad… pero se negó a contestar. Comenzó con evasivas, finalmente con amenazas y para culminar me realizó fotografías y me instó a que si sentía que me veía vulnerada en mi derecho a la libertad de prensa lo denuncie en la comuna número 7 (por qué a la comuna y no en la comisaría). Varios/as le preguntamos si era funcionario. Jamás respondió.
 
Algunos/as Bolivianos/as se acercaban para agradecer a la prensa, nos pedían que los/as defendamos ya que año a año el trato era peor y cuando ellos/as lo reclamaban los ignoraban y menospreciaban.
Se terminaron retirando, dejando las flores en la puerta, que tiraron en la basura con sus propiedades, el cordón policial seguía protegiendo a un tacho, un basurero limpiando, personal policial haciéndose los civiles metiéndose entre la prensa para oír lo que decíamos (graciosamente les sonaba la radio cómo para disimular quiénes eran), el funcionario desapareció.
 
Las bebidas confiscadas próximas a ser arrojadas a la basura. Ninguna botella es de bebida alcohólica.

Después de todo esto puedo decir que parecería que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y las autoridades del cementerio poseen una gran xenofobia y desprecian que miles de extranjeros tengan un día para sus tradiciones, quieren que se apaguen y desaparezcan.
Al día siguiente algunos medios de comunicación fueron a mostrar lo que quedó del ritual pero ninguno habló de lo ocurrido.
 
Nuestra Constitución, norma magna menciona en su artículo 20 “…Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano…”
Me pregunto será que la cultura  ¿no es un derecho elemental?   ¿O acaso hay culturas valiosas y otras no?

El respeto es trascendental, sí es que queremos algún día avanzar como sociedad y dejar atrás los prejuicios retrógrados que sólo nos alejan de ser empáticos/as y tolerantes.
 
 

FOTOS DEL RITUAL AYA MARKAY QUILLA

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